Estos últimos días, hemos visto las discrepancias existentes en el Gobierno de nuestro país entre aquellos que apuestan porque los españoles que así lo decidan y puedan consigan el bien material más preciado probablemente de sus vidas, una vivienda, y entre quienes lo critican, pues consideran que la única medida pública válida es la de garantizar una política de vivienda basada en el alquiler.
Los que lo critican no creen en el Derecho a la Propiedad, pero no por lo que representa ya que la mayoría de quienes lo critican para el prójimo no lo aplican en sus carnes, sino porque el derecho a la propiedad invalida su estrategia de control de voluntades.
Si se facilita el acceso a una vivienda en propiedad, se crean individuos independientes frente a la colectivización del problema de la vivienda. Se convierten en seres libres de vaivenes y decisiones políticas. Si, por contra, solo se lanzan ayudas al alquiler y exclusivamente al alquiler, además de sabotear el mercado libre, estaremos creando seres y familias subvencionadas de por vida y, por tanto, más fáciles de manipular y de coaccionar su futura capacidad de decisión. Y esto es así porque bajo la subvención del problema siempre está la privación de la libertad de elección porque, por desgracia, la gran mayoría de quienes gozan de estas ayudas siempre pondrán por delante sus necesidades frente a sus ideas. Y son esas mayorías las que deciden gobiernos.
Esto no es casual. No es ideología, es ingeniería social. No es buenismo, es intervencionismo envuelto en un halo de populismo que lleva finalmente al control de las voluntades, a crear al perfecto hombre masa enemigo del comercio, porque lo considera contrario a sus intereses.
Para una sociedad que tiene claro que su principal fuente de ahorro es la propiedad inmobiliaria, como así lo demuestran los datos de intención de compra frente al alquiler, es necesario incentivar el derecho a la propiedad no solo como derecho fundamental de la Constitución sino porque también es garantía de paz social a futuro frente al déficit del sistema público de pensiones y la incapacidad de los pensionistas de pagar ese alquiler a 20 años vista cuando no tenga otros ingresos posibles. Y ahí solo habrá una salida, aumentar la ayuda, la subvención y por tanto, aumentar el poder de quienes deciden sobre los que lo necesitan.
Por tanto, bienvenida la línea de avales y créditos blandos que permitan obtener la entrada de una vivienda porque todos tenemos claro que nuestros jóvenes tienen capacidad de pago pero no capacidad de ahorro y esta línea de avales permite la creación de nuevos propietarios libres que valoren lo que cuestan las cosas y que son conscientes que nada es gratis. Que a la vez que derechos, también hay obligaciones.
Y ojo, bienvenidas también las ayudas para quienes por una situación socioeconómica temporal lo necesiten y así les permita evolucionar y escalar en la pirámide social y que esas ayudas se puedan dar a otros que la necesiten más, pero, por favor, cuidado con la creación del ser subvencionado pues va en contra del progreso y supondrá una condena a futuro de la sociedad en su conjunto por inviabilidad del sistema. Por tal motivo, las líneas de actuación para promover el acceso a la vivienda no puede ir solo en una dirección y deben establecerse estrategias y propuestas valientes para la compra de vivienda, la restitución con garantías del alquiler con opción a compra y, por supuesto, para el alquiler de vivienda asequible y vivienda social, solo así estaremos profundizando en el principio de igualdad y fomentando los derechos definidos en nuestra Carta Magna.
Y dicho esto, estoy convencido que quizás también podríamos valorar la conveniencia legítima de poner en práctica este tipo de medidas por la otra parte del gobierno, justo 5 días de unas elecciones democráticas y analizar su impacto en la captación del voto, pero creo que esta práctica tan manida da para otro artículo del que suscribe.
Fuente: Idealista