Los que están en plena búsqueda de un piso de alquiler, saben lo complicado que es encontrar una vivienda que, además de estar localizada en el barrio de su elección, se ajuste a un determinado presupuesto. Y si el mercado ya lo pone difícil a los inquilinos en general, a aquellos que incluyen entre los miembros de su familia a un perro o a un gato, se les ponen todavía más obstáculos.
De un tiempo a esta parte, estamos viendo como la frase «no se admiten mascotas» se incluye cada vez más al final de los anuncios, tras describir las características del piso. Esta sentencia cae como un jarro de agua fría sobre los potenciales inquilinos que, mientras leen el anuncio, se van haciendo ilusiones, hasta que comprueban decepcionados que su mejor amigo debe quedar fuera de la ecuación.
¿Tienes mascota? Tu alquiler será más caro
Los caseros tienen dos opciones a la hora de ofrecer su propiedad. Lamentablemente, la más común es negar la entrada de animales. Es una decisión que suele obedecer a lugares comunes: porque los ladridos del perro molestan a los vecinos, porque las uñas del gato estropean los muebles… Dejando a un lado los matices (¿Molestan más los ladridos (si es que los hay) que la música a todo volumen o un niño llorando? ¿Qué pasa si la casa está sin amueblar?), se está popularizando otra posibilidad: cobrar un extra por un piso pet friendly, algo que en EE.UU. es más que habitual.
Este sobrecoste se traduce, por un lado, en un depósito, y por otro, en una renta mensual. Dependiendo del contrato, se pagará por un solo concepto o por los dos. El depósito es una cantidad reembolsable que se paga al entrar a vivir en el piso de alquiler y que cubre los posibles desperfectos ocasionados por la mascota. En España, sería algo así como una fianza adicional destinada en exclusiva a sufragar el coste del deterioro de los muebles, del suelo o de las paredes estropeadas por el animal. En EE.UU. se mueve entre los 250 y los 300 euros por mascota, según Property Club.
En cuanto a la cuota fija, se añadiría a la mensualidad del alquiler y no sería reembolsable. En este caso, el animal pagaría como si de un habitante más de la casa se tratara. La media en EE.UU se sitúa en los 50 euros. Aunque es un complemento que no sienta bien a los salarios más ajustados, puede convertirse en la única posibilidad que tengas para convivir con tu perro o gato. Asumiendo este plus te aseguras de que el casero no podrá echarte en cara nada. No obstante, trata de negociar este coste o de no pagar ambos (depósito y renta), pues se trata de un suplemento muy lucrativo que no siempre tiene sentido, sobre todo, si tu mascota es tranquila.
No te quedes con el no y asegúrate
Ocurre con frecuencia que el «no mascotas» a veces no significa un no rotundo. Para asegurarte, nada mejor que llamar al teléfono que acompaña al anuncio, sea de un particular, sea de una agencia inmobiliaria, para confirmarlo. Imagina la sorpresa si resulta que al final el casero no te pone pegas y cede porque tu perro es pequeño, porque tu gato es sénior o porque la prohibición la puso porque sí, sin pensarlo demasiado.
En negociaciones más reñidas, siempre puedes convencer al propietario aludiendo al carácter tranquilo de tu animal o a su historial intachable en otros pisos de alquiler. Igualmente, dado que estos extras por mascota que hemos planteado anteriormente todavía no están muy extendidos en nuestro país, puedes aportarlos como sugerencia en caso de que el propietario se siga negando.
Lo que es esencial es que, si la prohibición es expresa, no trates de ser más listo y decir que no tienes mascotas cuando sí las tienes. Si el propietario se entera de que has metido un perro o un gato cuando en el contrato figura claramente que no está permitido, te enfrentarás a una situación muy delicada, pues conllevaría la resolución del contrato.
Pase lo que pase, no le abandones
Casi 300.000 mascotas abandonadas al año. Esta es la cifra de la vergüenza en España. Un monto que la inflación y los problemas económicos empujan al alza, pues hay quien deja a su mascota a su suerte justificando que no puede mantenerla. Aunque repudiar de forma deliberada un animal conlleva sanciones que llegan hasta los 50.000 euros, hay quien hace caso omiso a la normativa. Las restricciones en el sector inmobiliario agravan la situación, pues ponen a prueba la fortaleza del vínculo inquilino-mascota.
La frustración con la que tienen que lidiar todos los que buscan un piso de alquiler con sus amigos peludos alcanza cotas muy elevadas, sobre todo, en mercados donde la oferta es ya de por sí limitada para los que no cargan con responsabilidades de esta clase. Tan fuerte puede ser el desencanto, que en los casos en los que el vínculo es débil o la convivencia ha sido corta, por la mente cruza la dramática idea de abandonar al animal de compañía.
Ni qué decir tiene que esta alternativa hay que desestimarla inmediatamente. Aunque tardes un poco más de la cuenta en encontrar un hogar para ti y tu mascota, hay que confiar en que finalmente darás con la casa adecuada. Si el ánimo decae definitivamente, procura buscar a tu perro o gato un nuevo dueño que le trate con cariño o recurre a una protectora que te ayude. En cualquier caso, recuerda que en su día adquiriste un compromiso con tu mascota, así que no le falles.
Fuente: pisos.com