Cuando pensamos en el hogar, a menudo visualizamos el espacio comprendido entre esas cuatro paredes como un remanso de paz. La casa se concibe como un refugio, un escenario de equilibrio y seguridad. ¿Pero qué ocurre cuando tu hogar se convierte en una fuente de ansiedad y autoexigencia? Existen distintas circunstancias que pueden explicar esa situación, una de ellas es el llamado síndrome del impostor doméstico.
El fenómeno, conocido principalmente en el entorno laboral, puede relacionarse con diferentes factores. Saber identificar el origen del problema es clave para reconciliarse con el hogar, abordar la cotidianidad sin presiones y disfrutar de cada espacio.
Síndrome del impostor: qué es y cómo se manifiesta en el hogar
El síndrome del impostor, en su definición clásica, es un fenómeno psicológico acuñado a finales de los años 70. Según los expertos, quienes lo sufren son incapaces de asimilar sus logros. También sufren un miedo recurrente a ser descubiertos como un fraude. No obstante, no es una enfermedad mental oficialmente reconocida. Sin embargo, son muchos los estudios y análisis que tratan de afinar cuál es el origen, síntomas y soluciones de este fenómeno.
Trasladado al ámbito del hogar, este síndrome del impostor doméstico puede manifestarse de distintas maneras. Un escenario frecuente es el de quienes sienten que su desempeño en las tareas del hogar no está a la altura de las expectativas. No importa que sea un nivel autoimpuesto o por imperativo social. Alguien puede pensar que su casa nunca está lo suficientemente limpia. O que, pese a los esfuerzos, la decoración no es tan elegante como la de otros. Ese nivel de autoexigencia constante puede llevar a sentimientos de frustración y desánimo.
Aunque el fenómeno también puede relacionarse con el hecho de que la vivienda en cuestión adolezca de deficiencias o vicios ocultos. Hablamos de problemas que, a simple vista, son ajenos al escrutinio del ojo humano. Pensemos, por ejemplo, en alguien que acaba de comprar una casa. Todos sus vecinos y amigos alaban la construcción. Sin embargo, el propietario sabe que el sonido constante de agua corriendo esconde filtraciones aún por detectar. O el crujir del suelo, un problema más serio.
Como ocurre con esa sensación de insuficiencia, la amenaza de ser descubierto por otros como un fraude puede generar una relación tensa con el entorno doméstico. Hay quienes llegan a evitar invitar a amigos o familiares a su casa por temor a ser juzgados por el estado de su hogar. Incluso si los invitados no notan ningún problema, la persona puede sentirse avergonzada. Pensar que está engañando a los demás al hacerles creer que tiene todo bajo control. De este modo, lo que debería ser un espacio de confort se transforma en un recordatorio constante de supuestas carencias.
No dejes que tu casa sea tu enemiga
Hay distintos factores pueden que contribuir al desarrollo del síndrome del impostor doméstico. La autoexigencia y el perfeccionismo, por ejemplo, son características comunes en quienes experimentan este fenómeno. Estas personas suelen establecer estándares muy altos para sí mismas y sienten que nunca alcanzan la perfección deseada ya sea con la limpieza del hogar, la decoración o la gestión de las tareas domésticas.
Tampoco es muy recomendable someterse a comparaciones constantes con los demás. En la era de las redes sociales es fácil sucumbir al engaño de la irrealidad. Ver imágenes de hogares impecables y perfectamente decorados puede generar una sensación de inferioridad en quienes sienten que su propio espacio no está a la altura. ¿Qué tal un poco de desconexión digital?
Además, las expectativas culturales y sociales sobre tu rol en el hogar pueden añadir presión. Familias con hijos que pretenden tener cada cosa en su lugar 24/7 (una tarea prácticamente imposible). Mujeres de las que, por tradición patriarcal, se espera que mantengan el hogar en perfectas condiciones… Son muchos los factores externos que aumentar el riesgo de sucumbir al fenómeno.
Practica el autocuidado de puertas adentro
No obstante, si estás decidido a superar este síndrome, el primer paso es someterte a un proceso de autorreflexión y cambio de patrones de pensamiento negativos. Es fundamental reconocer y aceptar que la perfección no existe y que cada hogar es único, reflejando las circunstancias y personalidades de quienes lo habitan. Establece expectativas realistas y celebra los logros, por pequeños que sean.
¿Tu drama está más relacionado con factores estructurales? ¿Sientes que detrás de esa fachada de casa perfecta hay un sinfín de reparaciones pendientes? Respira. No hay mal que cien años dure y, probablemente, la cuestión sea menos grave de lo que imaginas. Para atajar esta otra versión del síndrome del impostor doméstico, solo tienes que buscar soluciones en lugar de recrearte en los defectos.
Un diagnóstico profesional es un buen primer paso. A partir de ahí, analiza y pon en práctica las reformas necesarias para dejar atrás esa sensación de fraude que no te deja disfrutar el hogar. Eso sí, no olvides proporcionar a tu casa un mantenimiento adecuado. Al final del día, es importante recordar que el valor de un hogar no reside en su perfección, sino en el bienestar y la autenticidad de quienes lo habitan.
Fuente: Pisos.com