Así son los edificios más emblemáticos de Canarias
Podemos decir que en Canarias existe una arquitectura tradicional con sello propio que nace de las aportaciones de los pobladores que llegaron al archipiélago siglos atrás, como gallegos, andaluces, portugueses… En el caso de estos dos últimos es evidente la influencia del estilo mudéjar que, al desembarcar, hubo de adaptarse a las características intrínsecas de la zona, desde los materiales disponibles a las peculiaridades climáticas. La confluencia de todos estos elementos acabó dando forma a lo que hoy se denomina “estilo canario”, y que depara un delicioso festival de texturas y colores en sus edificios a los visitantes de las islas. Pero como cada semana, vamos a ir un paso más allá de los paisajes tradicionales para seleccionar algunos diseños más innovadores que se han convertido ya en símbolos de estas poblaciones.
Auditorio Alfredo Kraus (Las Palmas de Gran Canaria)
El diseño de este edificio evoca un faro que protege la playa Las Canteras, y constituye una de las construcciones más singulares y representativas de la isla y el propio archipiélago. Se trata de un edificio monumental, situado en Avda, Ctra. del Rincón, s/n, en el que se combinan funcionalidad y belleza de cara al Atlántico, en un espacio de 16.750 metros cuadrados de superficie útil, con 25 salas que pueden acoger hasta 4.600 personas.
El diseño del conjunto corrió a cargo del arquitecto catalán Óscar Tusquets, quien contó con la colaboración de Carlos Díaz y la dirección de proyecto de Agustín Juárez y Marcos Roger. Por otro lado, el artista y arquitecto grancanario Juan Bordes se hizo cargo de la intervención escultórica, una recreación de la fauna marina de la playa de Las Canteras presente tanto en el interior del edificio como en cada una de sus fachadas, un trabajo que ahonda en la integración del conjunto con el paisaje que lo rodea.
Tusquets concibió la construcción como “fortaleza que protege y faro que orienta”. En ese sentido, el Auditorio Alfredo Kraus, tal y como lo describen desde la propia institución, “nace de las profundidades del océano como una fortaleza aislada, autónoma, diferente del contexto arquitectónico más cercano”. El arquitecto catalán lo planteó así como un edificio “acastillado”, una obra de enormes dimensiones cuya planta baja se asienta sobre un zócalo de roca volcánica que el citado Juan Bordes convirtió con sus esculturas en lo que bautizó como “una roca habitada”.
Hotel Restaurante Puntagrande (El Hierro)
Este singular edificio ha sido declarado Bien de Interés Cultural y es visitado cada año por miles de personas que acuden a disfrutar de sus espectaculares características y su atmósfera genuina. También supone un gran atractivo el hecho de que, en 1984, entrase en el Libro Guiness de los Records como “el hotel más pequeño del mundo”, lo que lo convierte en un emplazamiento único en el planeta.
Localizado al norte de la isla de El Hierro (Calle Las Puntas, s/n), el edificio original, de apenas 40 metros cuadrados, se levantó en 1830 sobre una lengua de rocas salpicadas por las olas del océano. Poco después se amplió con una segunda planta y el lugar se convirtió en el centro del comercio del valle, donde se almacenaban vino, futa y otros productos.
Más de un siglo más tarde, en 1976, con la estructura prácticamente en ruinas, se encargó su restauración al arquitecto José Luis Jiménez Saavedra, quién hizo lo posible para proteger el edificio del impacto ambiental. Jiménez Saavedra integró el hotel en el paisaje circundante aprovechando elementos recogidos en el mismo ambiente natural del lugar, como los leños nobles que pueden observarse en varios puntos del edificio o las piedras de lava con las que se levantaron los nuevos muros.
También participó en la rehabilitación el artista canario Néstor de la Torre, que se hizo cargo del diseño de la escalera interna. Para las pequeñas columnas que la componen se apostó por aprovechar restos del viejo Ayuntamiento de Telde, recién demolido por aquellas fechas. Además, entre sus singularidades también encontramos una grande raíz de haya suspendida desde el techo y otra de Sabina que decora una de las paredes.
Fundación de César Manrique (Tahiche, Lanzarote)
La Fundación César Manrique es una institución cultural de la isla de Lanzarote que tiene como objetivo la conservación y difusión de la obra del artista canario, teniendo como principales áreas de acción la protección del medio natural, la promoción de las artes plásticas y la reflexión cultural. Tiene su sede en la casa-estudio que habitó el artista, bautizada el Taro de Tahíche, y que él mismo diseñó a su regreso de Nueva York, decidido a instalarse de manera definitiva en su isla natal. Tal vez por eso se dice que esta obra es la que mejor representa los ideales personales y artísticos de Manrique.
La casa (C. Jorge Luis Borges, 16) se levantó en medio de una colada de lava que originaron las grandes erupciones ocurridas en la isla entre 1730 y 1736. En esta construcción de 3.000 metros cuadrados, en una finca de 30.000, destaca el diálogo entre el edificio y la naturaleza, fundiendo volcán y arquitectura en una relación de respeto patente. Mientras que la planta superior toma como referencia la arquitectura tradicional de Lanzarote, para la inferior se aprovecharon cinco burbujas volcánicas naturales comunicadas mediante túneles excavados en la lava.
El efecto que provoca esa combinación de elementos es el de una gran fascinación al observar cómo se ha planteado la actuación sobre el espacio natural. Con abundante vegetación y una presencia notable del basalto, la casa está rodeada por unos jardines en los que volvemos a encontrar el contraste ante la convivencia de plantas y árboles con obras de arte, lava y ceniza volcánica.
Auditorio de Tenerife Adán Martín (Santa Cruz de Tenerife)
Levantado entre el mar y la cordillera de montañas del macizo de Anaga, en 2003 se inauguró el Auditorio de Tenerife (Avenida de la Constitución, 1), cuyo nombre cambió en 2011 para rendir homenaje al que fuera presidente del Gobierno de Canarias y principal impulsor del proyecto. Se convirtió rápidamente en el centro de producción de espectáculos más importante del archipiélago, amén de un impulso cultural decisivo para la isla. De hecho, su majestuoso perfil es hoy todo un símbolo arquitectónico, y está considerado como el mejor edificio moderno de Canarias, además de una de las principales atracciones turísticas de Tenerife.
El edificio fue proyectado por Santiago Calatrava siguiendo las premisas de la arquitectura tardomoderna de finales del siglo XX, y según él mismo describe, “la edificación no tiene fachada”, y su forma produce “múltiples sugerencias: para unos tiene forma de ola; para otros, de luna, o de casco o de una gigantesca lengua de cobra”. Según reconoce el arquitecto, su intención era que el edificio fuese sugerente, al igual que lo es la música que alberga.
Desde la oficina de Turismo lo definen como un edificio que “se compone de sucesivas plataformas de las que sobresale el gran volumen curvo de la Sala Sinfónica, todo envuelto por la impresionante ala volada, que, suspendida a casi 50 metros de altura, proporciona sensación de movimiento y flexibilidad, como si de un ser animado se tratas”. De hecho, observada desde la distancia y contra el fondo del mar, la estructura evoca una lengua de espuma a punto de chocar contra las rocas de la costa.
El edificio consta de 6.471 metros cuadrados, erigidos en una parcela ajardinada de 23.000, y cuenta con dos salas, la sinfónica y la de cámara. Con hormigón como elemento principal, su sobrecubierta (de 60 metros de anchura en su base, 100 metros de longitud y casi 50 de altura) es célebre tanto por su imagen como por su técnica, sustentada por su base, en uno de sus lados, y por un punto de apoyo en el centro que descarga sobre la cubierta principal, de forma que su extremo libre en forma de punta aparece suspendido, desafiando la gravedad.
Fuente: Idealista.com